viernes, 25 de junio de 2010

Primer y gran día.

Me dolía la cabeza, maldita migraña pensé, pero no iba a dejar que estropeara mi día, me quedé en la cama hasta las once de la mañana, no estába de ánimos de ir a ninguna parte.
Me tomé la pastilla que me tocaba para aliviar aquel dolor que me causaba náuseas.
Era la hora de comer, mi madre me llamaba desde la cocina, pero no tenía apetito.
Me senté encima de la cama viendo pasar las nubes, ya eran las tres, debería estar conectado.
Enchufé el aparato, pero aun no había aparecido, me quedé esperándole.
Pasaban los minutos y cada vez mis uñas se iban reduciendo, ahí estaba, me había hablado, por lo que dijo él también parecía nervioso, pero seguro que no más que yo. Estubimos hablando toda la tarde, nos costó fijar la hora y el sitio, ya lo teníamos.
Luego te veo. Esa fue la primera gran frase, la que iba a decidirlo todo.
Apagé el ordenador, enchufé las planchas del pelo, y me lo alisé una y otra vez hasta que quedara completamente liso.
Me puse la máscara de pestañas, y la ralla del ojo. Parecía todo perfecto.
Los nervios querían salirse de mi piel y gritarle al mundo que no podían más. Mi madre me vió nerviosa, me pegó unas cuantas miraditas de reojo a las que yo le contesté con una simple sonrisa.
Eran seis y media, faltaban justo treinta minutos para verle, decidí salir antes de casa para que no me viera llegar, preferia esperarle yo a él.
Cojí los cascos y le dí al Play. En el reproductor sonaba la canción de with me, sentí algo especial al escucharla por primera vez.
Se aproximaba el banco dónde le tenía que esperar sobre unos treinta minutos, la espera se haría larga, pero sobretodo muy nerviosa, no sé de donde me saqué el valor para ir yo sola y quedar con alguien que le conocía a través de una simple pantalla.
Pasaron los minutos, ya eran las seis allí no aparecia nadie, me puse deseperada, me levanté y me apoyé en la entrada de una casa, le subí el volúmen a la música y cerré los ojos tan despacio que la gente podría pensarse que me quedé dormida.
Miré el reloj, seis y un quarto, volteé los ojos hacía la derecha.
El corazón se m paró por un segundo, era él, avanzaba con pasos largos hacía donde yo me encontraba.
Giré la cabeza completamente hacia el sitio opuesto de donde él venía.
Los segundos se me hicieron eternos hasta que por fin me cojió el brazo.
-Hola.
-Hola!- Intenté que la voz no me temblara, pero al parecer no era la única nerviosa en ese metro quadrado.
Me puse a su lado, me sentí enana en esos instantes.
Subimos la calle que daba ala carretera principal, no podía parar de mirarle los ojos, tenia un verde intenso que casi hacía que los mios se sientieran ridículos.
Llegamos a la otra punta de la ciudad, un parque se encontraba justo enfrente de nosotros, ya no había ni rastro de sol.
El frío se me calaba entre los huesos, me temblaba la mandíbula, y a penas podía parpadear.
-Me muero de frío no puedo más- Le dije abrazándome a mí misma.
Soltó una carcajada, y ví como poco a poco se acercaba a mí, quería huir en esos momentos, pero al mismo tiempo quería abrazarme a él todo lo mas fuerte que pudiera.
Noté como su mano recorría mi espalda buscando la cintura, lo consiguió, ya estábamos completamente pegados.
En esos momentos no tube valor de mirarle a los ojos, lo tenía tan cerca que no pude. Mi cabeza se mantenía acachada, mirando el suelo. Las piernas bailaban al compás del viento y a él parecía hacerle gracia.
-Me voy, lo siento, son casi las nueve mi madre me estara esperando.
-Te voy a acompañar a casa.- Me respondió.
Que chico tan perfecto pensé. Vivíamos muy lejos uno del otro, pero no pudo dejarme sola hasta llegar a mi casa.
Era la última esquina, él debía subirse hacía arriba, hacía frío, pero yo no quería perderle de vista.
Le dí dos besos cálidos y avancé aun temblando hacia el portal de mi casa.

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